No conoce ningún caso de alguien que le haya ganado la carrera a la muerte.

Por: Juan Manuel Rodríguez Bocanegra @Vieleicht

Deja la taza de té sobre el escritorio y no sabe si va a ser capaz de mirar la pantalla de su portátil de nuevo, ¿con qué se va a encontrar?

Lennox siente que el mundo gana velocidad a cada momento y por eso la vida pasa tan rápido, mientras las personas ocupan su tiempo en nimiedades. Lo que menos le gusta de eso es que tanta rapidez la hace sentir lenta, que va despacio, que no avanza ni rinde lo que se espera de ella.

Rebeca Lennox llega a esa conclusión a las 7:32 a.m. luego de darle un sorbo a una taza de té que ya se enfrió. Minutos antes había dejado de trabajar en un estado financiero que no le cuadraba.

Esta experta en finanzas, números y contabilidad, dejo de teclear a las 7:30 a.m., y por un breve instante ocupó su mente en cualquier tema. Cuando subió la mirada para volver a ver la pantalla, lo único que vio fue un enjambre de números que no tenían sentido alguno. Cerró y abrió los ojos varias veces, pero la situación seguía igual; era, digamos, una especie de ceguera profesional.

Antes de que la angustia la invadiera, decidió cerrar la tapa de su portátil. Luego se puso de pie, fue al baño y se echó agua fría en la cara. De pronto, pensó, lo que acaba de pasar se debe a un cansancio acumulado y pocas horas de sueño.

Cuando volvió al escritorio, respiró hondo 1, 2, 3 veces, y para terminar de centrarse decidió darle un sorbo al té frío.

Cuando abre el portátil a las 7:36 a.m., los números ya recobraron su significado habitual. “¿Me estaré volviendo loca?”, se pregunta.

Ahora piensa que sería bueno dejar que el mundo vaya a la velocidad que quiera, y no preocuparse tanto por la propia. Igual, todavía no conoce ningún caso de alguien que le haya ganado la carrera a la muerte.

Decide que, de ahora en adelante, antes de comenzar a trabajar, siempre va a tomarse su té mientras esté caliente. “La vida es muy corta para tomar té frío”, piensa.

Ya tiene claro cómo lo va a hacer: después de abrir la cortina de la ventana que da hacia la cordillera, se va a sentar en el sillón de cuero, envuelta en su cobija preferida.

Le gusta contemplar las montañas, tan quietas, tranquilas y estáticas, como ajenas a la velocidad del mundo, como si ellas mismas fueran el tiempo. Ahí, en ese lugar, va a aspirar el vaho de su bebida caliente y a dejar que sus pensamientos vayan de un lugar a otro sin forzarlos.

Lo ha decidido, nunca más se tomará un te frío en lo que le resta de vida.