Por: Juan Manuel Rodríguez Bocanegra @Vieleicht

“Porque soy bueno en eso”.
Esa fue la respuesta que dio Cornac MacCarthy, una vez que le preguntaron por qué se había convertido en escritor.
Hoy, a sus 88 años, el escritor de La Carretera, obra con la que ganó el premio Pulitzer, solo ha concedido un par de entrevistas en toda su carrera.


No le gusta irse de gira con sus libros, ni asistir a eventos de firmas, festivales literarios o dictar talleres de escritura. “Todo lo que sé ya está en la página”.


“No creo que sea bueno para tu cabeza. Pasas un buen tiempo pensando en cómo escribir un libro; probablemente no deberías estar hablando sobre él, deberías estar escribiéndolo”, afirma.

MacCarthy cree que escribir es un proceso subconsciente, y lo último que quiere hacer es pensar en él.
En algún momento se le conoció como Mister No-show, pues ni siquiera asistió a la entrega de su premio Pulitzer y rechazaba las entrevistas que le proponían. Una vez un periodista del New York Times le dio el nombre de: “ermitaño sociable”.


Prefiere estar rodeado de científicos en vez de otros escritores, pues le agrada que los rangos en ese gremio dependan más del cerebro que del dinero o la moda. “No conozco a ningún escritor, por eso prefiero pasar el tiempo con científicos”, cuenta.


Por esa razón trabaja como investigador en el instituto Santa fe de Nuevo México, un Think Tank donde científicos de todo el mundo se reúnen para analizar problemas que tienen que ver con biología, informática, arqueología, lingüística y economía, entre otros temas.
Cuando llega se sirve un café, revisa su correo y Luego pasa el resto del día conversando con los científicos que se cruzan en su camino.
A pesar de haber nacido en una familia con recursos, parece que dedicó gran parte de su vida a andar en la cuerda floja de la estabilidad financiera, siempre manteniendo la escritura como eje central, sin importarle mucho el dinero, la fama o la adulación de sus fans.


Con respecto a eso dice: “Siempre aparecía algo”, como esa vez que vivió en una cabaña sin luz eléctrica en Tennessee.
“No tenía nada de dinero. Se me había acabado la crema de dientes y cuando estaba pensando qué hacer, fui a mirar el buzón de correo, y allí había una muestra gratis”.
Albert Erskine, el editor de William Faulkner, editó sus primeras cinco novelas, pero ninguna vendió más de 3000 copias en tapa dura, y McCarthy apenas logro ganarse la vida durante sus treinta y principios de sus cuarenta años.
Cuando le preguntan por qué rechazó ofertas lucrativas para dar charlas, responde: “Estaba ocupado. Tenía otras cosas que hacer”.
Escribió la mayoría de sus libros en una a máquina Olivetti Lettera 32 de color azul, que compró en 1963 por 50 dólares, y estima que le alcanzó a sacar más de 5 millones de palabras, sin darle nunca un mantenimiento apropiado.
En 2009 Christie’s la subastó en 254.500 dólares, y las ganancias fueron donadas al instituto Santa Fe.
Una de las pocas veces que ha hablado acerca de su proceso de escritura, fue cuando dos amigas, que hacían parte de un curso de lenguaje de una escuela pública en los suburbios de Tucson, Arizona, decidieron analizar su novela Todos los hermosos caballos y lograron contactarlo.
Un novio de una de ellas vivía al lado de un amigo de McCarthy e incluso había visto al escritor. Las estudiantes hicieron un cuestionario y se lo enviaron a través de su amigo. Pasado un tiempo este les envió un email en el que les decía:
“Las siguientes son citas directas de Cornac. Le hice las preguntas y escribí lo que él respondió.
Estás fueron algunas de las inquietudes de la pareja de amigas:
¿Por qué tan pocos signos de puntuación en sus textos?
CM: Porque simplemente estropean la página.
¿A Quién le escribe?
CM: No escribo para una audiencia en particular. El lector que tengo en mente soy yo.
Suele escribir desde la perspectiva de un narrador en tercera persona, ¿por qué?
CM: Es un proceso subconsciente, escribo lo que se me ocurre.
Después de 16 años de haber publicado La Carretera, Este año MacCarthy regresa con dos novelas, El pasajero que sale en octubre y Stella Maris en noviembre, pero no podemos esperar mucha promoción de parte de este escritor ermitaño.