Por: Christian Lozano.

Vemos, de repente, cómo es de frágil la vida y los pensamientos. Ignoramos la importancia de respetar las diferencias a la hora de decidir sobre las potestades de quienes individualizan los intereses. Venimos del mestizaje y eso nunca debe nublarse entre el caminar frenético. Abracemos fuerte, porque el querer escribe en las memorias aquello que ni las palabras serán capaces de llevar a la infinidad.

Entregamos, por error, nuestra resolana por vida a las dinámicas más construidas y reestructuradas entre retazos de ideas. Le tendremos que dar un espacio a las pausas del discernimiento profundo, cada que revelemos el automatismo de nuestras intenciones.

Pensaremos constantemente en lo bien que somos. Aunque, tendremos la oportunidad de rehacer aquella moral engañada. Romantizaremos el fin para perdonarnos eso que lastima al distante, cosa propia de humanos. Otras veces, seremos más detenidos, con el fin de montarnos sobre una solidaridad que cambie el latir de tantos corazones como uno se pudiera imaginar.

No estaremos a la altura de lo que nuestras historias exigen, por costumbre. Algunos pasajes, incluso, se escribirán cargados del repudio a la indiferencia que, como humanidad, no siempre hemos sabido distanciar. Caeremos en la enorme trampa de pensar y querer esa falsa inmortalidad que todo se lo quiere llevar. Insistiremos en caer en la misma sucia trampa que intentó, pese a la falta de escrúpulos, dejar entre las rendijas del pensamiento una pulcra enseñanza. Obraremos, en la enorme cantidad de veces, sin fe, porque a las buenas intenciones nos las arrebataron a punta de necesidades.

Naceremos de nuevo, una y otra vez, porque de incontables oportunidades se trata siempre lo de atravesar esta existencia con un cerebro a bordo. Alegraremos nuestros deseos cuando renovemos el actuar, con miras a unos cuerpos que no existen, pero que estarán adelante, pintoreteando las manchas de sangre que dejaremos en el trasegar. Lograremos, fundamentalmente, cambiar.

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Porque las lecturas son tantas como las manos que aferran luchas por el bienestar, este texto también se puede leer con las capitales.