Por: Natalia Torres.

Desde que comenzó el paro nacional 2021, las movilizaciones han sido un tema de debate candente, pues dentro de todas las problemáticas, las amenazas a líderes y defensores de Derechos Humanos preocupan a la población.

A pesar de que la pandemia por coronavirus aún sigue vigente, hechos como la reforma tributaria, la reforma a la salud y la inequidad del sector educativo, obligaron a que los colombianos salieran a las calles para manifestar sus inconformidades ante el Gobierno Nacional.

Tras un mes de paro la crisis ha aumentado cada vez más, convirtiendo hechos vandálicos, como la amenaza de líderes sociales, en actos recurrentes que indignan a la población.

Desde el 1 de enero del 2021 han sido asesinados 92 líderes sociales, defensores de Derechos Humanos y firmantes del acuerdo de paz, según cifras de INDEPAZ.

“Despedirme de mi abuelita y mi mamá antes de salir a marchar es preocupante porque no sabemos si volveré a casa, pero cuando veo el apoyo de los demás marchantes que me agradecen con bendiciones o comida, la sensación es reconfortante, porque sé que estoy luchando para entregarle un mejor país a mis familiares” Manifiesta Lizy*, una de las integrantes de la red de Derechos Humanos de Popayán, mientras cuenta con emoción todas sus anécdotas como colaboradora del corredor humanitario que abastece de víveres al sur del país.

A través de hechos como llamadas anónimas, mensajes amenazantes, intentos de secuestro y amenazas a sus familias, algunas personas malintencionadas intentan disuadir la vocación de servicio de estos jóvenes, quienes en muchas ocasiones anteponen su vida y la tranquilidad de sus familias para poder servir a la comunidad y construir el país de sus sueños.

Bajo la Constitución Política, el Gobierno Nacional tiene diferentes mecanismos institucionales como la Procuraduría y la Defensoría del Pueblo, o mecanismos jurídicos como la acción de tutela o derecho de acción popular -entre otros- los cuales se encargan de defender los Derechos Humanos y sus garantes.

Aun así, el oficio de los líderes sociales continúa siendo riesgoso, pues en América Latina, Colombia encabeza la lista donde más se asesinan líderes sociales según datos de la Organización de Naciones Unidas.

Así como cuenta Lizy* su experiencia, cuando se conoce la amenaza de un compañero el dolor se convierte en un sentir colectivo, pues el amor que caracteriza a un líder social se extiende al punto que logra motivar a otras personas a tomar respaldo frente a un hecho que merece ser defendido.

Es así como después de los hechos violentos del 28 de abril, que desataron una oleada de violencia la cual lleva 3405 casos de violencia policial denunciados por Temblores.org, surgió un movimiento llamado “la primera línea” conformado por hombres y mujeres desde los 16 años en adelante quienes, con ayuda de escudos improvisados, palos y mucha valentía, se ubican al inicio de toda movilización para proteger a los demás marchantes de las arremetidas por parte de la fuerza pública. 

Para jóvenes como Daniel*, un universitario de 20 de años de la ciudad de Popayán, ser parte de la primera línea tiene una carga simbólica demasiado fuerte, pues en su conclusión dice que es más fácil perder un ojo a manos de la fuerza pública que conseguir trabajo estable y digno para ayudar a su familia y cumplir sus sueños.

Con tono existencialista Daniel* reflexiona: “Ser parte de la primera línea es convertirte en un super héroe anónimo, tu alter ego valiente y sagaz sale a flote, te conviertes en los marchantes que van detrás tuyo, en tus compas caídos en combate y en las señoras que te dan bendiciones desde sus ventanas, mientras se repite constantemente:

Por nuestros muertos
Ni un minuto de silencio
Toda una vida de combate.
¿Hasta cuándo? Hasta siempre
¿Hasta dónde? Hasta la victoria
Y si es preciso hasta la muerte”.

*Nombres ficticios para proteger las identidades de las fuentes.