Por: Jonathan David Tangarife Quintero.

Hay una pregunta que viene rondando por mi mente principalmente desde lo sucedido entre los habitantes de Ciudad Jardín (y demás sectores aledaños) y la minga indígena el pasado domingo, 9 de mayo: ¿Qué tipo de educación tuvo que haber recibido una persona que desenfunda un arma de manera ilegal en contra de sus compatriotas, basándose en un complejo de superioridad, sin al menos preocuparse por conocer los motivos que tiene la minga para llegar a ciudades principales como Cali?

En Colombia existen personas que se encuentran encerradas en sus burbujas de riqueza económica; no les importan las necesidades de l@s demás, ni toleran que los grupos sociales históricamente marginados reclamen sus derechos y su reivindicación cultural, al contrario, buscan silenciarlos a la fuerza, cual grupo paramilitar.

A lo largo de mis columnas, he venido recalcando que nuestro país no solo necesita una educación gratuita, sino que también necesita un sistema educativo de calidad, en el que se eduque a las personas desde un punto de vista histórico y humanista, rechazando así todo tipo de complejos de superioridad que se puedan llegar a presentar por vivir en X o Y sector privilegiado del país o por tener X o Y cantidad de dinero. Pues bien, al parecer, y según lo vivido el pasado domingo, es posible reconfirmar una vez más que la mayoría (no todas) de las personas pudientes (económicamente hablando) de este país obtuvieron una educación plenamente arribista y plutocrática, con cero enfoques humanistas y de igualdad total frente a sus compatriotas, lo cual, en su adultez, los ha llevado a detestar a sus propios antepasados (los indígenas), a las personas que les proveen su alimento (los campesinos) y, en general, a todo aquel que no posee los mismos lujos que estas personas, quienes, en su mayoría, son los que siguen luchando en las calles por los derechos de estos individuos carentes de empatía.

En la gran mayoría de los videos que estuvieron circulando sobre esta confrontación, no es posible percatarse de cuál de los dos grupos empezó a atacar al otro, pero lo realmente preocupante es que uno de estos grupos piense, si quiera, en matar a alguien. Personalmente pienso que sin importar el tipo de conflicto o de agresión, SIEMPRE se debe respetar, ante todo, el derecho a la vida. Claramente los indígenas no representaban una amenaza para la vida del otro grupo de civiles, ya que ni siquiera portaban armas de fuego, pero aún así estos últimos sí arremetieron en repetidas ocasiones contra los indígenas usando su armamento, lo cual dejó como saldo alrededor de 18 indígenas heridos.

En conclusión, hago un llamado a la humildad y a la empatía, a buscar soluciones a través del diálogo y a no matarnos entre nosotros. Hago un llamado a que la parte más privilegiada de nuestra sociedad entienda que esta lucha no solo es de nosotros, de la clase popular, sino que también es de y por ustedes; en muchos casos, el oligarca critica desde su casa y cataloga a los que están poniendo su vida en riesgo por él como “vándalos” o “terroristas”. Mientras el pueblo se mata entre sí, Iván Duque y los suyos están de carcajada en carcajada viéndonos arder.

Esquirlas: mi más sentido pésame a todas las familias de las personas que han sido asesinadas durante este Paro Nacional, desde aquí les envío mucha fuerza, al igual que a todos los heridos y sus familias: Colombia los sigue necesitando en pie de lucha y con su patriotismo intacto.