Juliana mira distraída por la ventana de la buseta. Unos rayos de sol se alcanzan a colar por entre las nubes y caen sobre sus piernas.

Luego de una tanda de cuñas radiales, los parlantes de la buseta dejan salir las notas de un piano.  La llaman:

Juliana, te sigo esperando…

Un hombre que va de pie comienza a llevar el ritmo de la canción, golpeando el anillo contra el tubo de metal del que va agarrado.

Ella lo fulmina con la mirada, pero no tiene tiempo que perder con ese extraño, pues de inmediato se pregunta: “¿Quién me espera?”, pero otras voces a coro no la dejan concentrarse:

Juliana, que mala eres

Que mala eres Juliana…

“¿Soy mala?”, se pregunta. Cree que no. Lo complicado es que lo que uno cree, a veces no coincide con lo que los demás piensan.

De un tiempo para acá siente que Milagros, su amiga de toda la vida, la evita.

“¿Qué le habré hecho?”,  se pregunta, mientras la canción de Cuco Valoy, como música de fondo, termina de componer la escena:

“Me sacrifique por ti porque por ti estaba ciego

y mira cómo me pagas”.

Deudas emocionales, eso es, piensa Juliana, de eso siempre se trata.  A cada momento las adquirimos sin darnos cuenta, y a falta de un pago que, se supone, no hemos realizado, dado que desconocemos la obligación adquirida, las personas se cobran por derecha con actos de indiferencia. 

Juliana, que mala eres

Que mala eres Juliana

 ¿Cuál es la necesidad de repetirlo? Siempre, cree, queremos meter el dedo en la llaga, para hacer caer en cuenta a las personas de lo mal que han actuado.

Después que te di todo lo que deseabas
Me sacrifiqué por ti y mira cómo me pagas

La canción se acaba, pero la letra le queda dando vueltas en la cabeza. Ahora suena un reggaeton desprovisto de emoción, que no le evoca ningún recuerdo.

Que territorio tan complicado es el de la amistad, piensa.

Hace poco leyó que es superior al amor, más desinteresada, generosa e igualmente capaz de acercarnos a la felicidad.   

Puede que sea así, pero a veces cree que todo, no importa si son negocios o relaciones, son simples transacciones, y de ahí que nos la pasemos de deuda en deuda.

Le gusta más la palabra en inglés: Friendship. La parte en dos friend-ship. De esa forma le parece más apropiada para describir lo que piensa.

Se supone que esa nave de amistad significa: Afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato.

Juliana supone que a veces se encalla, y si no se toman acciones rápidas puede que se hunda para siempre.  “Titanic amistoso”, piensa ahora.

Cree estar lista si la catástrofe llega a ocurrir.