Desde que Colombia se proclamó como república democrática independiente en 1810, la izquierda nunca ha gobernado. Este domingo, 19 de junio, Gustavo Petro y su fórmula vicepresidencial, Francia Márquez, acaban con más de dos siglos de gobiernos conservadores continuistas, dando paso a una alternancia de poder aupada por proceso de paz y el estallido social, que se gestó en 2019 y después, en 2021, se consolidó como el más poderoso de la historia reciente del país andino.

La izquierda aterriza en Colombia, al menos, durante los siguientes cuatro años. Es algo inédito, pues nunca antes un proyecto de corte progresista como tal ha alcanzado la Casa de Nariño.

Este 7 de agosto de 2022 lo harán Gustavo Petro y Francia Márquez, presidente y vicepresidenta electos, cuando el actual mandatario, Iván Duque, entregue las llaves del palacio presidencial.

Las cabezas visibles de la coalición Pacto Histórico ganaron este domingo con más del 50% de los sufragios en un balotaje que se preveía, según los sondeos, algo más ajustado de lo que finalmente resultó. En frente, el populista Rodolfo Hernández, que obtuvo más del 47% de los votos, reconoció la derrota y tendió la mano a los vencedores.

El camino para ellos no fue fácil: Petro consiguió la victoria electoral a la tercera. Márquez, dedicó toda su vida a la defensa de sus territorios ancestrales y en agosto de 2021, con las brasas del estallido social todavía calientes, decidió dar el salto a la política.

Tras quedar tercera en las consultas interpartidistas de marzo, Petro la nombró como su fórmula vicepresidencial, y su papel protagonista como defensora de “los nadie”, de las minorías históricamente excluidas en el país, ha sido clave para que este domingo estas votaran mayoritariamente por un cambio que, al menos en las promesas, los integra como parte de la historia y el presente de Colombia.

Seguidores del izquierdista Gustavo Petro celebran su triunfo en la segunda vuelta de la elección presidencial en Colombia, en una calle de la ciudad de Cali, Colombia, 19 de jun, 2022. REUTERS/David Lombeida

El mensaje de Petro y Márquez fue ampliamente apoyado, además, por los jóvenes y las mujeres, otras de las mayorías que integraron los sucesivos paros nacionales durante los últimos años. Esas protestas, que aunaron el descontento y los reclamos históricos de buena parte de la sociedad fueron, sin duda, combustible para que prosperaran los liderazgos de quienes ahora liderarán el país latinoamericano.

Así las cosas, la izquierda del Pacto Histórico termina con más de dos siglos de gobiernos conservadores continuistas, donde la izquierda ha estado vinculada a la guerrilla, a la violencia política y a una suerte de cordón sanitario entre las redes clientelares económicas y los partidos tradicionales y nunca ha accedido al poder.

Por delante, Petro y Márquez tendrán asimismo retos enormes para demostrar al país que, efectivamente, las medidas que plantean sirven para coser heridas profundas, como la desigualdad, el racismo o la consolidación de la paz, y que la alternancia del poder es el camino que transitar de cara al futuro.

Ambos heredan a una Colombia que se advierte como el segundo país más desigual de la región, sólo por detrás de Brasil. Cerca del 40% de la población vive bajo el umbral de la pobreza y más del 12% de los colombianos están desempleados. Además, la informalidad laboral roza el 50% en las capitales del país y la mayoría de la ciudadanía siente gran desafección por la clase política.

En términos de seguridad, la implementación integral y efectiva de los Acuerdos de Paz entre el Estado colombiano y la extinta guerrilla de las FARC en 2016 será, además de una promesa, un reto esencial para ofrecer alternativas a miles de familias que no han visto sus derechos reconocidos ni reparados durante el mandato del conservador Duque.

Colombia, 212 años bajo mandatos conservadores… hasta ahora

La victoria de la izquierda en Colombia supone un giro político histórico en el país andino, pues hasta ahora, ha sido un oasis conservador en América Latina.

La sociedad colombiana ha sido históricamente conservadora y víctima de la violencia política, las redes clientelares y una fuerte desigualdad, extremos que contribuyeron a que el progresismo nunca alcanzara la Presidencia. Además, los proyectos de la izquierda democrática han sido asociados de manera sistemática a la guerrilla e incluso sufrieron un “genocidio”, según la Jurisdicción Especial para la Paz, en los años más convulsos del conflicto armado.

Al margen de la gran mayoría de los países de la región, Colombia se mantuvo desde su independencia como república democrática en 1810 bajo la sombra de gobiernos conservadores. No tuvo nunca una versión homóloga de la Revolución cubana o mexicana ni se acogió a la “marea rosa” progresista de principios del siglo XX, liderada por el entonces presidente venezolano Hugo Chávez.

Pero la tendencia empezó a cambiar desde el proceso de paz y, posteriormente, con las protestas sociales, que hicieron emerger a una izquierda que vivió durante muchas décadas en el ocaso de la primera línea política. El Barómetro de las Américas de 2018, post Acuerdos, ya reflejó un cambio hacia el centro-izquierda, donde el 70% de la población encuestada se situaba entonces; algo que ahora se ha confirmado, pues los candidatos de partidos tradicionales no lograron ni siquiera pasar el corte de la primera vuelta.

Las vinculaciones de la izquierda con la guerrilla

Entre las tareas del presidente electo, Gustavo Petro, estará convencer a parte de Colombia de que sus vínculos con la extinta guerrilla izquierdista del M-19 quedaron enterrados hace más de tres décadas.

Pese a su desempeño en la vida pública desde los 90 como alcalde, congresista o senador de la República, todavía hay sectores de la sociedad que no perdonan que Petro perteneciera a la estructura armada y que ahora vaya a ser la primera autoridad del país.

La condición de Petro como exguerrillero ha sido, a escala general, otro de los lastres para el progresismo colombiano, el cual se ha asociado a los grupos armados ilegales que se conformaron en suelo colombiano después de la Revolución cubana. Así las cosas, mucha gente considera que los políticos de izquierda han sido portavoces de las guerrillas.

En este sentido, los Acuerdos de Paz con las FARC sirvieron como punto de inflexión para disociar ambos conceptos, pero esta idea no ha calado aún en todas las capas de la sociedad.

La izquierda, víctima de un “genocidio” político

Uno de los casos más paradigmáticos de por qué las propuestas de izquierda no han prosperado anteriormente en Colombia tiene sus raíces en la Unión Patriótica (UP), la formación que surgió a mediados de los 80 luego de un acuerdo del Gobierno de Belisario Betancur con las FARC.

En la década siguiente, la UP terminó casi exterminada por completo a manos de paramilitares y otros agentes estatales. Tanto la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) como el Centro Nacional de Memoria Histórica catalogaron lo sucedido como un “genocidio”. De hecho, la JEP expuso en abril que lo ocurrido con la UP había dejado más de 5.700 víctimas: dos candidatos presidenciales, cargos nacionales, regionales y parte de la militancia.

Por otra parte, en el último siglo también fueron asesinados otros candidatos izquierdistas como el liberal Jorge Elíecer Gaitán en 1948; Luis Carlos Galán en 1989 por orden del Cartel de Medellín o el exlíder del M-19 Carlos Pizarro en 1990.

Gustavo Petro, durante la campaña para la primera vuelta de finales de mayo también tuvo que interrumpir sus apariciones públicas después de que el esquema de seguridad de su equipo detectara amenazas contra la vida del ahora presidente electo por parte de un grupo paramilitar.

Con el refuerzo de la seguridad por parte del Estado, retomó a los días sus eventos en plazas públicas, pero acompañado de escoltas con chalecos y escudos blindados.

La importancia de “los nadie”

En este punto de inflexión para la izquierda en Colombia, la importancia de “los nadie” ha sido esencial para asentar la victoria del Pacto Histórico.

“Los nadie” son, como ha defendido Francia Márquez, aquellas personas que sistemáticamente han quedado por fuera de las decisiones del Gobierno y han tenido que sobrevivir al margen de la sociedad. Afrocolombianos, palenqueras, raizales, indígenas y otras minorías igualmente abandonadas por el Estado.

Así las cosas, el triunfo del progresismo en los márgenes, en la periferia, en los departamentos que quedan lejos del centralismo de Bogotá, ha permitido que hoy el país andino tenga a su primer mandatario de izquierda.