A los 12 años Devon Rodríguez quedó al cuidado de su Abuela, porque su padre, un tatuador que, según las personas del barrio, tenía talento, lo abandonó cuando apenas era un bebé.  

A los 8, el graffiti hizo que se interesara por el arte.  Muchos de sus amigos artistas se dedicaban a eso en el Bronx, y pensó: “Bueno, yo también lo voy a hacer”, pero dice que fue algo que se le dio de forma natural.

“Siempre miraba las letras y me fascinaban por sus colores, entonces me preguntaba: ¿cómo logran estas personas hacerlas tan rápido, sin que los atrapen?”.

Cuando tenía 13 años fue arrestado por dedicarse a esa actividad, y eso hizo que le perdiera interés. 

Luego llegó el momento de aplicar a la secundaria, conoció la escuela de arte y diseño en Manhattan y quedó enganchado de inmediato, pero para poder presentarse necesitaba enviar un portafolio con sus trabajos.

Dicho portafolio debía estar compuesto por mínimo diez piezas. A Rodríguez lo intimidó toda la variedad de estilos y temas que le pedían. 

“Yo no tenía idea alguna de como hacer un retrato.  Hice un autorretrato a lápiz y lo coloreé con Crayolas.  Me presenté a la audición, hice unas pruebas de dibujo en vivo y revisaron mi trabajo.   Pensaba que era bueno y que me iban a admitir.  Meses después supe que me habían rechazado”.

Uno de sus profesores, el artista Jeremy Harper, no permitió que se desanimara. A Rodríguez le encantaba su clase, y recuerda que la primera que le dio fue sobre graffiti, y la siguiente sobre retrato.

El aspirante a artista le contó al maestro que no quería seguir en el mismo lugar y que deseaba entrar a la escuela de arte y diseño.

Harper le ayudo a preparar su portafolio para que aplicara de nuevo a las audiciones, y cuando le mostró su trabajo sobre dibujos de personas en los subterráneos de la ciudad, a Rodríguez le encantó y comenzó a hacer lo mismo.

Después de presentarse de nuevo a la academia, fue aceptado.

Cuando era un estudiante de primer año y siguiendo los pasos de Harper, comenzó a pintar desconocidos que veía en el metro de nueva York. El nombre que le dio a su proyecto fue: “Las series del metro”.

El artista comenzó a compartir su trabajo en redes sociales en 2020, y a los seis meses ya contaba con un millón de seguidores en Instagram.

Cuando le preguntan sobre lo que hace dice: “Me intrigan las personas, cómo operan, qué llevan puesto, cómo interactúan con el mundo a su alrededor.”

“Siempre, Incluso cuando no estoy dibujando, miro a las personas; pienso en sus matices y los diferentes gestos que adoptan.”

“Cuando dibujo es como si meditara.  Mientras trazo sus formas y represento sus vestimentas, pienso en cosas como: ¿qué dice su lenguaje corporal sobre ellos? ¿Cómo describe su psique la forma en que van vestidos?”.

Rodríguez ahora cuenta con una audiencia de millones en Instagram, Tik Tok y Youtube, y su trabajo lo ha llevado a asociarse con Marcas como Chipotle, Ford y Cheetos.

 Hace poco firmó contrato con la agencia de talentos unida, UTA según sus siglas en inglés, para que lo represente, y así seguir consolidando su presencia en redes sociales y colaboraciones con marcas.   

A los 25 años, vendió su primer trabajo, Girl on Subway, por un valor de 22.680 dólares.